Suena el despertador, son las 7:00 de la mañana. Lo retrasas cinco minutos, sabes que puedes hacerlo y no pasará absolutamente nada. Suena de nuevo y ahora sí pones un pie en la cálida madera que elegiste para tu habitación. ¿Qué variedad era? Aún recuerdas la conversación con los arquitectos, Torras y Sierra, que no pudieron tener más paciencia y te ayudaron a encontrar en tu gusto el que fuese un acierto seguro en tu elección…
Y de repente también te acuerdas de cómo fue el camino que te llevó a ser propietario de tu propio nirvana, donde se encuentra tu nuevo hogar, y también tu nueva oficina, tu nuevo despacho, que nada tiene que ver con el que tenías en la ciudad.
Te viene a la mente esa reunión de aquel viernes ‘negro’ (aunque en esa época, casi todos se teñían de tonalidades oscuras acabada la semana), pero esa concretamente contó con un pequeño rayo de luz. A la media hora, te entró una llamada, seguramente sería era ella para preguntarte dónde preferías comer el sábado, si en el último local de ese reconocido chef español o en el gourmet que tenéis debajo de casa, pero no estabas de ánimo y declinaste la llamada para devolvérsela más tarde, cuando acabases la reunión. Entonces viste una notificación en la única red social que toleras, entraste, ya que, al no ser un usuario muy activo, te sorprendió que alguien hubiera interactuado contigo. Un sencillo mensaje de una de las personas que más te conocen: “mira he visto esto que podría interesarte, necesitas una nueva vida”, el enlace te llevaba a un perfil de un proyecto muy tentador.
Lo primero que te llamó la atención fueron las haciendas bodegueras. Unas fincas de lujo en Ronda solo al alcance de los ms sibaritas. En efecto conocías el concepto, pero nunca lo habías visto en España. Además, Ronda había sido la ciudad elegida en la que se levantaba esta innovadora idea, lo que aún te pareció más interesante si cabía. No hicieron falta muchos segundos más para que decidieras conocer más de cerca esta oportunidad y la perspectiva de vivir en tan idílico lugar cada minuto que pasaba se volvía más tangible. Tras un breve contacto telefónico, decidiste acercarte a ver por ti mismo el lugar. Y no hizo falta nada más, esa misma tarde, te hiciste propietario de una hacienda bodeguera de más de 5 hectáreas y viñedo propio. Ibas a poder tener tu pequeña bodega en casa cuya referencia principal tendría tu nombre.
Y vuelves. Pero sigue sin haber prisa, apenas han pasado otros 5 minutos, es lo bueno que tiene tu nuevo modo de vida slow en The Wine & Country Club. Otro punto importante que te atrajo, el estilo pausado, sin prisa, ni un ápice de estrés. Sigues teniendo tiempo para desayunar en la terraza y hasta para meditar media hora antes de comenzar la jornada. ¿Cuánto hacía que no pasaba eso? Disponer de tiempo para activarte antes de empezar a trabajar no sucedía desde hace, como mínimo, dos décadas. Y aunque sabes que el día puede comenzar cuando tú quieras, te gusta aprovechar las primeras horas de luz, así como poder disponer después de las tardes libres para sacar el máximo partido a tu nueva vida en el Club: el golf, acudir a Ascari a sentir la velocidad, ir a montar por la Serranía de Ronda a lomos de Felipe, o sencillamente no hacer nada y disfrutar del mero hecho de vivir en un lugar tan mágico.
Y comienza tu jornada laboral en The Wine & Country Club
Son las 8:00 de la mañana, vas a esperar 10 minutos a que tu asistente llegue ya que sabes que siempre se retrasa por los atascos de la ciudad. Mientras, chequeas el correo y haces una previsión del día. Dan las 08:20 y tu asistente ya te está llamando para ponerte al corriente de la agenda en detalle. Tienes que estar presente en dos reuniones, el cierre de un cliente y justo hoy hay una junta con el resto de los socios. Pero, desde tu nueva localización todo ha adquirido un nuevo cariz mucho más interesante que te hace mucho menos pesadas esas tediosas reuniones. Además, ahora lo haces todo por videollamada lo que te agiliza mucho más su ejecución.
En paralelo tienes que revisar ese informe trimestral que tanto llevas postergando y sabes que no puedes alargar más. Luego, cuando termines todo lo previsto, has pensado en dejarte el resto del día libre, que también te lo mereces, es hora de dedicarte más tiempo a ti mismo y a los tuyos. Por algo os habéis mudado.
Otro aspecto que te encanta de tu nueva vida es que el impasse entre reuniones no supone solo poder mirar a través del ventanal de suelo a techo y observar desde ahí la catedral de la ciudad, ahora te levantas, sales a la terraza, vas hasta el viñedo y disfrutas desde allí tanto del aire más puro de la Serranía como de las increíbles vistas y del sol más radiante que ilumina la provincia. Es más, a la junta has decidido que te vas a unir desde la terraza, la tranquilidad reinante no entorpecerá que te enteres de los puntos más importantes.
Y así, entre el canto del Mosquitero ibérico, el aroma de tus propios viñedos y los paseos por la terraza en los descansos ha llegado la hora de comer, que hoy gracias al sol que atempera el ambiente, habéis decidido que será fuera frente a la piscina.
Ni la comida te sabe igual, en lo que también influye el hecho de contar con frutas y hortalizas naturales del huerto que el Club cuida con mimo gracias a la ayuda de Véronique Gladstone.
A las 16:30 revisas por última vez tu correo, ningún ‘fuego’ que apagar en el frente por lo que cierras por hoy tu jornada. Ahora, ¿qué actividad ocupará el resto de tu tarde?