“Quien sabe degustar no bebe jamás el vino, sino que degusta secretos” Salvador Dalí
Esta fue la primera frase que escuchaste cuando te iniciaste en el mundo de la cata de vinos. Y todo gracias a tu nueva vida en The Wine & Country Club. El experto catador que iba a convertirse en tu guía vitivinícola e introducirte en este apasionante mundo no sabía lo que iba a descubrir en ti.
Ese líquido que tantos años llevabas bebiendo iba a adquirir una nueva dimensión. Ser propietario de tu propio viñedo, además, fue el motivo de peso por el que finalmente accediste a adentrarte en la cata.
Descubriste que lo que sabías del vino hasta entonces no era suficiente para poder apreciar realmente tu propia cosecha. Cómo suena, ¿verdad? Tu propia cosecha… Aunque tuvieras la ayuda del enólogo, figura indispensable en el Club, querías saber más, necesitabas experimentar esas primeras veces de las que habías oído hablar pero que de las que no disfrutabas desde hacía tantos años.
Yo, ¿catador de vinos?
Todavía recuerdas lo obvios que te parecieron al principio aspectos como un buen ambiente, que el vino estuviera en su punto exacto de temperatura, que la copa fuese totalmente transparente y que solo se pudiera coger por el tallo para no calentar el contenido.
Tras esto, comenzó la experiencia de catar el vino. En primer lugar, el experto indicó que había que, simplemente, observarlo. Con una leve inclinación sobre un fondo blanco, la clave es fijarse en el color. Dentro de los tintos, sobresalen las tonalidades cardenalicias, amoratadas, teja, y violáceas; por su parte, los blancos, se irán al espectro de los pajizos como verdosos, pálidos o dorados; por último, los rosados se acercan a colores cereza, rosa frambuesa, salmón o rosa pálido. Cuánto aprendiste del hecho de observar. Algo que nos pasa desapercibido cuando vamos por la vida con el piloto automático puesto.
No solo hay que fijarse en el color, es importante también observar la burbuja y la capa. Lo primero solo aplica a los vinos espumosos y la capa es la opacidad en sí del vino, el punto a partir del cual se deja de ver a través del mismo.
Te transportas de nuevo a ese día, a la segunda fase de la cata: la olfativa.
Durante dicha fase has primero de oler los matices del vino en seco, es decir, sin agitar la copa. Es el momento en el que se aprecian los aromas primarios. “¿Aromas primarios?” te preguntaste, pensando que los aromas, aromas eran, sin nada más, ni base ni fondo. Pero qué equivocado estabas. La analogía que usó la catadora profesional que os estaba iniciando en este mundo fue de lo más esclarecedora. No es lo mismo oler un perfume en estático, que el rastro de perfume que deja una mujer a su paso, ¿verdad? Pues algo parecido pasa con el vino. No es lo mismo el aroma de un primer olor, que los efluvios que desprende con el movimiento.
Tras apreciar los aromas primarios, la copa ha de ser agitada y solo entonces se aprecian lo olores secundarios (que vienen de la fermentación) y terciarios (relativos a la crianza en barrica). Fue en ese momento, una vez comprendes todo el proceso, cuando fuiste consciente de lo que es capaz de abarcar un vino.
La fase final: la degustación
La última fase de una cata de vinos es la degustación. “La mejor parte, sin duda” pensaste. Lo óptimo es solo dar un breve sorbo y mantenerlo en la boca. En primer lugar, se aprecian los sabores básicos: dulce, salado, ácido o amargo. La clave se encuentra en que ninguno de ellos sobresalga en exceso sobre el resto. Entonces, se habrá alcanzado la armonía y se podrá denominar al vino como redondo.
A través del gusto aprendiste que también se descubre la longitud de un vino, es decir, su permanencia en boca, cuánto dura el recuerdo de su sabor. El punto de inflexión son 6 segundos, si persiste en boca menos de esta cantidad, se dice que el vino tiene una persistencia baja.
Al terminar, te diste cuenta de que el mundo del vino te había absorbido por completo, ya no querías parar de aprender y sabías que, a partir de ese momento, tu cosecha sería la mejor.
Entendiste que el proceso de cata de un vino va mucho más allá de algo superficial o relativo únicamente a los expertos. Es ahondar en el disfrute, algo que te ha enseñado The Wine & Country Club desde el primer día. Y este disfrute solo puede venir de la calma, la consciencia y la observación, atributos característicos de la cata del vino.